La obesidad infantil se ha vuelto uno de los
problemas de salud publica más graves que afectan a la población de México y de
muchos lugares del mundo, por su prevalencia y por la rapidez con la que ha
aumentado así como por ser causa de muertes prematuras e invalidez con alto
costo económico y social.
La obesidad es
resultado de un desequilibrio energético, en el que el consumo es mayor
que el gasto; es decir, puede ser por exceso de comida o por falta de actividad
física, o más bien, por ambas cosas al mismo tiempo. Este escrito se centrara
en el consumo de alimentos, una forma más de consumo que, como cualquier otro,
ha aumentado en los últimos cincuenta años pero que, a diferencia de otros,
tiene repercusiones de manera directa en el organismo.
La alimentación cubre la necesidad fisiológica
de aportar nutrimentos al organismo. La elección de un tipo de alimentos y la
manera de prepararlos o donde comerlos, es resultado de los elementos que
conforman el sistema sociocultural y económico del contexto en el que se
desenvuelven los individuos. Por lo tanto el tipo y la cantidad de alimentos
son diferentes según el grupo social al que se pertenece y va más allá de
satisfacer el apetito.
En los países llamados “de economías
emergentes” como México, el consumo de todo tipo de productos y servicios ha
aumentado y la alimentación no es la excepción. La publicidad, en este sentido
juega un papel clave en la difusión de nuevos bienes de consumo y desde hace
tiempo se ha señalado que ha sido uno de los detonantes en la explosión de la
obesidad infantil. Sin embargo la publicidad no actúa de manera independiente
de la sociedad y de sus normas culturales.
Vivimos en la sociedad de consumo en la que
este es el motor económico que mueve la sociedad y alrededor del cual se
organiza el sistema social en el mundo contemporáneo. El consumo satisface los
deseos y anhelos humanos.
Tradicionalmente la publicidad hacia anuncios
que iban dirigidos a las madres, quienes eran las consumidoras directas de los
productos infantiles; eran ellas, principalmente, quienes tomaban las decisiones
de que comer, que tipo de ropa usar, los productos de higiene en fin, todos
aquellos bienes que necesitaba un niño. Esto ha cambiado ya que en la
actualidad los niños son consumidores directos; es común ver en los
supermercados que ellos ponen en el carrito productos para su uso personal:
igual juguetes que champús, alimentos que toallas, ropa que algún artículo
escolar.
Los niños ejercen su capacidad como
consumidores a través de pedirle a sus padres cosas que ven en los anuncios.
Pero también son compradores directos en la medida que tienen dinero. Schor
señala que en estados unidos de América, durante 1989 el gasto de los niños
entre 4 y 12 años de edad se estima en 6,100 millones de dólares, para 1997 creció
a 23,400 millones y en 2002 alcanzo la cifra de 30,000 millones de dólares. En México,
diversas observaciones realizadas directamente por nosotros al interior de
escuelas primarias en el distrito federal en 2006 y 2007 mostraron que, en
promedio, el gasto diario es de 10 pesos e incluso alcanza hasta 25 pesos en
primarias publicas..
La relación de la publicidad con el riesgo de
obesidad infantil tiene que ver con el número de anuncios que ven los niños o
la cantidad de horas que ven la televisión, pero es importante preguntarse por
qué. El éxito de la publicidad dirigida a niños es
resultado de las características sociales, económicas, culturales y políticas.
La gente pasa muchas horas trabajando con el anhelo de darles a sus hijos una
vida mejor, lo que, en términos de la sociedad actual significa poder tener una
mejor capacidad adquisitiva. Se trabaja más para consumir más, lo que a su vez
genera puestos de trabajo con lo que aumenta la cantidad de potenciales
consumidores.
Adriana Del Carmen Hidalgo Rodríguez
Universidad Autónoma De Durango
Campus Zacatecas